( del álbum familiar )
A los quince años, hace tantísimo tiempo, escribía yo de mis cosas en el despacho paterno que, no hace falta jurarlo, era de puro estilo "remordimiento español". Entró sin llamar, según su costumbre, la yaya que nos había criado a los nueve hermanos y me preguntó:
- ¿Qué haces escribiendo? ¿No tienes nada que hacer?
La yaya Sagrario era de Ventas con Peña Aguilera, provincia de Toledo, y la guerra había matado a su novio, un miliciano del Frente Popular llamado Emiliano. Ella no tuvo ya ojos para otro hombre alguno. Sagrario era honesta y leal. Entregó su vida a nosotros y entre nosotros murió. De ella aprendí que no siempre los vencedores llevan razón.