miércoles, 24 de julio de 2013

Si lo que cuenta es el tamaño


( el autor en La Habana )

Sin remedio, que no lo tengo.

Me pregunta una lectora:

- ¿Por qué no escribes de una vez por todas un libro gordo?

Como tampoco tengo propósito de la enmienda, voy a explicarme ahora.

Mi escritura, aunque me esté mal el escribirlo, está en la órbita de la cortedad en el decir –Gracián- y obedece a la estética de lo menos.

Estas obritas mías evitan ocupar muchas horas de mis lectores, que a buen seguro las necesitan para otros menesteres.

Además, cierto pudor me impide publicar nada que sea más extenso de lo que yo acostumbro a leer. Soy présbita y mi ánimo también está cansado. Y cada edad tiene su literatura.

A mis años gusta más y cuesta menos leer poesía que prosa. Las novelas que merecen la pena, leídas fueron por mí cuando podía hacerlo a la luz de una vela.

Así lo veo yo: si te gusta escribir, hazlo breve y lee poco mientras rellenas cuartillas. Si prefieres la ficción, toma algo de tu memoria, aunque no tenga trama ni desenlace. La memoria conserva lo que debe ser archivado y sabe más de ti que tú mismo. Tu caletre no podrá inventar nada mejor que lo realmente vivido.

Otra cosa: lo complicado es conciliar las ganas de vivir con los deseos de escribir.


Por último, si lo que cuenta es el tamaño, junten mis lectoras una docena de estos relatos, de los que troceo en capítulos por entregas, y tendrán un instrumento de buen porte.

sábado, 20 de julio de 2013

El tiempo que detiene los recuerdos


(el autor, con su tiempo detenido)

El tiempo que se detiene
La he mirado y no me ha mirado.
El hombre-niño que juega con leve sonrisa.

El tiempo que detiene los recuerdos de la novia blanca…
No, no se detiene el tiempo sino para jugar
con el niño,
del barrio de aquí y de la vega de allí, de Granada.

El tiempo que se detiene…

sábado, 13 de julio de 2013

El hombre que espera


(las tres fotos que ilustran este relato están tomadas por su autor)

Las mujeres de la edad moderna están apagadas, o fuera de servicio. O, lo que es peor, carecen de identidad, pues sus números de los portátiles “no pertenecen a ningún abonado”.

Si llamo, con mi móvil, a una mujer de la era moderna, normalmente se agota la batería de su portable a poco de empezar a hablar. Contrasta la energía de la mujer de hoy con las escasas prestaciones de sus pilas recargables.

Las chicas me dicen:

- Estoy en el parque. Te llamo luego, cuando llegue a casa.

Deben dormirse en el parque porque el móvil no suena luego. ¿Cuándo es luego para una mujer?

Espero en el restaurante. Una hora. Pasa, por tanto, una hora de la acostumbrada por mí para la cena. Tengo hambre.

- Ahora no puedo hablar. Voy conduciendo, no tengo manos libres ni apenas cobertura y la batería se está muriendo, me dice la rapaza que está citada y no comparece.

Pido un vino y apunto en mi cuadernito moleskine. Sumo: en los últimos tiempos, desde que desperté en la clínica, he invertido en esperar el santo advenimiento de las hembras, quinientas veinticinco horas con cuarenta minutos. Toda una vida.

- ¿Quedamos ya para mañana? Insinúo a una pelirroja de rizo natural.

- Mejor te llamo luego. Cuando llegue a casa.
 Nada. Tan solo me llama mi tía Honorata. Desea que mañana la transporte al pedicuro, antes llamado callista.Al día siguiente, la mujer de la cabellera color fuego de leña, me manda un mensajito de letras:

- Lo siento. Estaba cansada y me dormí viendo la tele.

Natural. La televisión es el laúdano moderno.

- Quedaste en llamarme, me atrevo a susurrar a una tercera.
- No pude. A mi prima le dio un cólico nefrítico. La llevé a urgencias en Alcalá, dice.
- Voy en un taxi. La calle está cortada y hay un tapón enorme. No me esperes. Te llamo luego, afirma otra.

He pasado de ser el hombre que duerme, a ser el hombre que espera.

- Pues no me esperes, que tengo que sacar al perro.
- Ya. Claro. Lo que pasa es que ya te he esperado una horita. ¿Me la devuelves? ironizo.
- Ahora no puedo. Luego te hago una perdida. No tengo saldo, contesta.
- ¿Por qué no me llamaste ayer? me dice al otro día.
- Quedaste en llamar tú, respondo.
- ¿Y eso qué tiene que ver?, replica la chica de Burgos.
- No quería agobiarte, mascullo.
- Corazón, contigo nunca se sabe. ¡Eres más rarito!, termina.
- A ti te pasa algo… ¿Tienes novia? Acusa otra bachillera.
- Ya sabes que no. ¿Quieres que hagamos de novios tú y yo? Le digo a modo de morcilla guasona.
- Hay algo que no te gusta de mí, sospecha en voz alta la sufragista.
- No es eso. A mí me gusta todo de ti, menos tú misma cuando te pones celosa, me atrevo a farfullar.
- ¡Anoche me colgaste!, me dice ella.
-No quería discutir. Nos hubiéramos dicho cosas irreparables, le digo yo.
- Pues dímelas ahora, añade.
- Cuando me veas triste y malhumorado, todo lo que tienes que hacer es quitarte la ropa. Tu desnudez me hace vulnerable, contesto con un pie en García Martin.



Aburrido y solitario repaso los mensajes que he recibido hoy:

- Sí, pero más tarde. No tengo batería…
- ¿Ya se te pasó el cabreo?
- Anoche te encontré muy raro. Espero equivocarme.
- ¡Hola! Ayer me lié y después me fui a la camita. Besitos muchos.
- Hazme una perdida, que estoy en el trabajo.
- Salí del fisioterapeuta y te hice una perdida. Cené y me dormí.
- Toc… toc… ¿Me llamas luego?
- En ké stás pensando en ste instante?
- Gracias por todo. Igualmente.
- Kuando kieras.
- Hola! Ya te has olvidado de mí…? Besos.
- ¿Duermes?
- ¿Te veo mañana?
- Pienso en ti y…
- ¡He soñado contigo!
- Mañana te veré.

Pero nunca llega ese mañana.

- ¿A qué hora vendrás?
- A la que tú quieras, contesta.
- Quiero ahora, digo yo.


En esta noche oscura, me acuesto “…dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado…” ( Juan de la Cruz, el fraile que no tenía móvil)

miércoles, 3 de julio de 2013

Palabras, escritura y Literatura.


(el autor explicando a Rafael Termes la cuadratura del círculo)

"La literatura se compone de un ochenta por ciento de exhibicionismo
y de un veinte por ciento de relleno"
 (Sandor MÁRAI)

En tiempos del ilustre suicida magiar los libros se componían de papel y de palabras, bien o mal ensambladas.
A partir de hace no mucho, la escritura se compone, tan solo, de palabras. El papel es un lujo arboricida. La literatura está en la nube. En las nubes de un limbo que ya no existe. Como la mula y el buey. Como el incipiente y hoy maltrecho Estado del Bienestar. Como yo mismo.


(foto del autor)